El Servicio Meteorológico Nacional califica una ventisca de grave cuando los vientos alcanzan 45 millas por hora, la nevada es densa y la temperatura desciende a grados. Lo que empezó a azotar Boston el 6 de febrero de 1978 no fue una simple ventisca severa. Los vientos alcanzaron los 83 m.p.h., generando una marejada e inundaciones costeras. Las acumulaciones de nieve alcanzaban los cuatro metros. La ventisca se cobró cincuenta y cuatro vidas, destruyó dos mil viviendas, envió a diez mil a refugios y causó daños por valor de más de mil millones de dólares. Se prohibió conducir durante seis días a todos los trabajadores, excepto a los esenciales.

Algunos de nosotros, que no descongelamos ni excavamos hasta abril, apenas nos dimos cuenta. La bailarina de striptease que vivía a mi lado, a la que se le había prohibido salir de su rutina diaria en el centro de la ciudad, tenía el debut homónimo de Van Halen, cuyo lanzamiento estaba previsto oficialmente para el día 10, y lo puso a todo volumen, sobre todo «Runnin’ With the Devil», durante todo el tiempo que duró el concierto. No sólo se mecía la cuna, sino todo el vecindario.