Durante un tiempo, a principios de los ochenta, a veces parecía que nada en el mundo de la música era tan importante como R.E.M. Quizá incluso fuera del mundo de la música, también.

Esto fue mucho antes de que la banda hubiera disfrutado de álbumes millonarios, grandes éxitos radiofónicos y vídeos rompedores. La devoción a R.E.M. era mucho menos clínica y mucho más íntima que tales medidas cuantitativas.

De hecho, durante años parecía que todo el que amaba la música de R.E.M. había conocido personalmente a los miembros de la banda, o al menos los había visto actuar en los lúgubres clubes de new-wave y en los recónditos agujeros en la pared en los que la banda tocaba sin cesar.