Era una mujer de rock & roll hasta la médula, una cantante de blues de una pasión sin parangón y la mayor intérprete femenina blanca surgida de la tempestad de finales de los 60.

Janis Joplin salió disparada de Port Arthur, Texas, y se dirigió hacia el oeste, a San Francisco, durante uno de los periodos más creativos de la historia cultural de este país, cuando una música amplificada surgió de un amor sin límites por el blues e hizo florecer una forma de arte estadounidense orgullosa, inspirada y auténtica.

Impulsada por la música, Janis Joplin, más que ningún otro intérprete de su época, simbolizó el estado de ánimo de la década que moldeó su genio; de sus teatralidades, sus colores llamativos, sus picos, su sexo desbocado, su impaciencia, sus excitaciones y sus peligros, hizo de sí misma una original completa y entrañable.