Carole King se esforzó por no ser una estrella; de hecho, intentó no ser artista en absoluto. Durante años, se contentó con apretujarse en un cubículo del 1650 de Broadway, en Manhattan (bajando la calle del Brill Building), donde ella y Gerry Goffin escribieron algunas de las mejores canciones de la historia moderna de los musicales. Este logro les valió el ingreso en el Rock & Roll Hall of Fame en 1990. Pero esta noche, King se convierte en una de las primeras mujeres doblemente inducidas por la misma carrera que una vez trató de evitar: la interpretación.

Hizo falta un doloroso divorcio, un traslado al otro lado del país, un nuevo romance y un empujón de su íntimo amigo James Taylor para que King abrazara por fin el destino al que se dirigía desde su infancia en Brooklyn. Un vecino incluso profetizó a la madre de Carol Joan Klein, de 3 años (nacida el 9 de febrero de 1942): «Recuerda mis palabras… algún día será famosa».