Hace más de veinte años, un presentador de televisión presentó a Carly Simon con palabras como «explotó en las listas de éxitos» y «una de las cantautoras más prolíficas». Simon rechazó esas descripciones, calificándolas de demasiado hiperbólicas. Su rechazo a tales elogios es una pista significativa de quién es realmente. Y lo que es más importante, revela su gran don creativo, que es la honestidad consumada.

El don musical de Simon de honestidad creativa empezó casi como una parábola sobre cómo un impedimento puede transformarse en arte mágico. Cuando tenía unos 8 años, desarrolló un tartamudeo intenso. En sus memorias de 2015, Boys in the Trees, recordó que «si hasta ese momento las palabras y la vida eran fáciles e ilimitadas, mi tartamudez me hizo ser consciente de que la vida también podía ser dura. Había muy pocas cosas de mí a las que no afectara».