En 1958, cuando una chica con agallas y guitarrista de Oklahoma pronunció este mandato de nueva música, era la rara mujer entre los gatos del rockabilly que mezclaban rhythm & blues y country & western, creando un rock roll primigenio en el proceso.

Wanda Jackson no tenía miedo de salirse de los primitivos confines del lugar de la mujer en el pop: sonora, lírica y estéticamente. Gruñía, usando una voz «desagradable» para cantar letras atrevidas, cuando se suponía que las «chicas cantantes» debían sonar bonitas y parecerlo.

En lugar de ir por el camino de la vaquera, la campesina o la reina del baile, la hermosa morena se vistió con vestidos de cóctel fruncidos que se agitaban y se sacudían mientras cortaba la alfombra en el escenario.